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jueves, 15 de octubre de 2015

Frases “Marafariña”
 
No le pongas nombre a los sentimientos, Gallega —la detuvo Olga, con brusquedad—. Eso es una absurdez. Hay cosas a las que es imposible asignarles un tipo, una forma. Las personas, la humanidad, necesitan fijar formas de querer para sentirse segura. La sociedad necesita delimitar las maneras de amar para sentirse normal. No son más que sumas gilipolleces, sólo etiquetas para que los demás se sientan diferentes.


Debe de ser muy complicado volcarse en escribir un libro —opinó Ruth. —Lo es, pero te aseguro que es algo que consigue sacar lo mejor de ti misma. Y es un desahogo enorme personalmente, y también una evolución como persona, una buena forma de conocerse un poco mejor. Sólo teniendo una sensibilidad especial, únicamente consiguiendo ver más allá de lo que se puede apreciar a simple vista, desmembrando otras realidades, materializando los sentimientos... sincerándose... únicamente así se puede llegar a escribir algo lo suficientemente bueno como para que despierte interés. Cuando escribes algo que realmente sientes, o lo sientes de alguna forma, surge de forma tan sencilla y natural como si fuera parte de tu propio ser. Las palabras avanzan con dulzura. Los personajes nacen de forma pausada pero se hacen enormes. Siempre me ha fascinado esa facultad de crear y, sobre todo, de ser libres, con la que contamos los escritores.



Siempre quedará algo que contar. Cada persona tiene infinitas posibilidades, existen infinitas situaciones, infinitos lugares. Jamás se acabará la innovación en la literatura. Mamá solía decir eso, al principio no la entendía, pero poco a poco comienzo a entenderla. Sólo hay que pensar en nuestra propia vida, tan similar pero tan diferente a la del resto. Acabamos viviendo cosas con las que ni siquiera podríamos soñar. El único truco es convertir nuestras vivencias en letras.




 Yo siempre esperaría por ti, siempre. Siempre serás lo que más quiera en este mundo. Siempre serás mi todo, siempre serás todo.



Las horas morían. Las vidas morían. Pero los libros, los libros gozaban de la eternidad absoluta. Los libros volvían a nacer cada vez que alguien volvía a leerlos. Volvían a nacer cada vez que se recordaban. Que se sentían. Volvían a nacer infinidad de veces, en diferentes épocas, en diferentes sociedades, en diferentes partes del mundo.




Me fui de casa de mis padres a la mínima ocasión y luego tuve que agarrarme a la vida con los dientes, soportando los golpes con los ojos cerrados. No tengas tanta prisa por volar, Olga. El viento pega fuerte y llueve demasiado a menudo.
Siempre me dijo que mantuviera la cabeza bien alta, que nunca tuviera vergüenza sobre lo que yo era. Que eso era lo más hermoso del mundo.



No, no puede terminar lo que es eterno Ni puede tener fin la inmensidad
-Rosalía de Castro



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